La Era de la inmediatez
A veces siento que el mundo va tan rápido que es difícil de parar, pero, ¿siempre fue así? No puedo hablar de épocas anteriores, pero yo, que nací en los 90, siento que viví el cambio. Y siento que el tiempo transcurre cada vez más veloz. Creo que en mi casa hubo teléfono desde que tengo memoria, después al tiempo entraron los teléfonos celulares, para poder localizarte donde sea que estés, para estar siempre disponible. Y en el mismo momento nacía internet, que nos hizo conectar mucho más. – Me acuerdo de una vez que con mis viejos pasamos por un puesto en un shopping donde dejaban probar las computadoras con internet, creo que era antes de que existieran los cibers. Y yo me metí ahí y empecé a chatear con una persona de Milán! No lo podíamos creer. O sea, chatear, tener respuesta en el momento desde el otro lado del mundo, era impresionante. –
Pero bueno, eso fue hace tiempo. ¿Alguna vez se pusieron a pensar a lo que llegamos? ¿Qué tanto usamos las herramientas tecnológicas que tenemos? ¿Qué tanto las usamos y qué tanto nos usan? Lo veo en todos lados; las aplicaciones que te avisan cuando la otra persona está conectada, como si te dieran derecho a querer una respuesta instantánea, y a la vez te obligaran a responder de la misma forma. Yo me pregunto, con esta disponibilidad constante ¿en qué momento descansamos? ¿Se podrá parar el mundo por unos minutos?
Hace poco leí que nuestro cerebro está cada vez más vago, que al tener todo al alcance de nuestro pulgar cada vez son menos las cosas que nos esforzamos en recordar. También nuestra capacidad de atención disminuyó, las series son cada vez más cortas y las vemos con el celular en la mano, como si no pudiéramos concentrarnos en algo por más de cinco minutos. Y ni hablar de la sobreestimulación constante a la que estamos expuestos. En la antigüedad los colores eran utilizados para inducir visiones, y hoy desde que nacemos estamos bombardeados por cosas brillantes de colores súpersaturados. Se están creando inteligencias artificiales pero yo me siento cada vez más ignorante. Al final estas herramientas que prometían mejorar todo, ¿qué tanto nos están ayudando? Al menos puedo decir que en lo personal, mi relación con la tecnología es un oscilamiento constante en el eje del amor - odio. ¿Será que todo cambia tan rápido que es difícil seguirle el ritmo?
Siento que el mundo se convirtió en un espacio donde todo tiene que ser público, impersonal e inmediato. Todo tiene que ser ya, y todo es control. - Pedís delivery de comida y vas viendo por dónde va la moto en tiempo real. - Si no tenés redes sociales no existís. Esas mismas redes sociales que confirman tu existencia y te conectan son las mismas que te desconectan. Estamos en un mundo roto, distraído. Acá ya nadie sabe para dónde mirar. Ni los que están arriba ni los de abajo.
¿Y si probamos desconectar un rato para volver a conectar? Poner los pies en la tierra y sentir su ritmo. Observar la naturaleza para aprender. No olvidemos de dónde venimos. Que la evolución está buenísima pero esto ya es desconexión. Vivimos una vida abstracta con la cabeza en las nubes temiendo que algo nos haga bajar. Pero lo cierto es que venimos de la tierra y a ella volvemos. Basta de huir, aprendamos a habitar este mundo lento y material.
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